sábado, 1 de septiembre de 2007

EL ENCUENTRO

Miguel estaba recordando, una vez más, la visita que Peter Pan había hecho a la familia Darling y sentía cierta envidia hacia ellos porque Wendy y sus hermanos habían conseguido ir a Nunca Jamás, aunque solamente hubiera sido por una noche. Le habían dicho muchas veces que en la vida todo se consigue si verdaderamente uno lo desea con el corazón y no acababa de comprender porqué él tenía que crecer y no podía ser uno más de la pandilla de Los Niños Perdidos, para así luchar contra los piratas del capitán Garfio. De improviso, alguien se sentó a los pies de su cama. Atemorizado por lo repentino de esa aparición, Miguel se escondió entre las sábanas. -¿Es así cómo te alegras de verme? Esperaba un recibimiento más alegre. La voz del intruso tenía algo especial. Era infantil y sonaba suavemente. Algo le decía en su interior que no debía tener miedo y que esa voz tan melodiosa ya la había oído muchas veces, al menos en su imaginación. Por eso, sacó la cabeza lentamente por debajo de las sábanas y casi se desmaya cuando vio a quién tenía delante de él. Iluminado ahora por la luz de la Luna, el misterioso personaje se le hizo tremendamente familiar. -¡Peter Pan! ,gritó Miguel. -¡Pues claro! ¿A quién esperabas ver a estas horas de la noche?. Hay poca gente que sea capaz de entrar volando por una ventana... Como demostración, realizó un corto vuelo hasta la farola de la esquina de su calle, entrando de nuevo en la habitación y posándose suavemente en la cama. -Pero, esto no es posible. Mi padre me dice que solamente vives en la imaginación de los niños como yo -replicó sin atreverse aún a acercarse al intruso. -Eso es porque tu padre ya no es un niño y yo solamente puedo aparecerme a los niños. Cuando la gente crece dejo de existir en su imaginación y nunca más me pueden ver. (Ahora, ya más tranquilo) -¿Vienes a quedarte conmigo? (Peter sigue hablando, mientras revuelve todos los cajones de la habitación) -Vengo a pedirte tu ayuda, ya que algo grave está ocurriendo en Nunca Jamás. (Convencido) -Ya lo sé: has perdido de nuevo tu sombra. (Riendo) -No, no; mi sombra está bien cosida a mis pies -le replica mostrándola. Miguel intenta pisar la sombra de Peter, comenzando entre los dos un divertido juego, uno tratando de pisarla y otro escondiéndose y volando para impedirlo. Pronto la fogosidad de Miguel se agotó y nuevamente tumbado en su cama, miró al techo mientras comentaba: -Cuando se lo cuente a mis amigos del colegio no se lo van a creer. Nada menos que Peter Pan en mi casa... Peter se acercó hasta él y poniendo su nariz casi pegada a la de Miguel le dijo, ahora un poco más serio: -Pues ahí está el problema. Durante muchos años los niños de todo el mundo me tenían como su amigo más querido y soñaban conmigo frecuentemente. Fui interpretado en todos los teatros del mundo y hasta en las funciones de los colegios (simula ser un actor de teatro), aunque algunas veces con poca fortuna, la verdad. Después vino esa película de dibujos animados que me hizo más famoso aún y así muchos niños vinieron conmigo todas las noches al País de Nunca Jamás. Yo les sacaba de sus sueños por la noche y los devolvía al amanecer sin que sus padres se enterasen. -¿Cómo hiciste con Wendy, verdad? -Sí y así conseguí tener muchísimos amigos con los cuales viví aventuras maravillosas. Peter se acercó a la ventana y miró nostálgico la segunda estrella a la derecha. Cuando el silencio invadió la habitación cada niño se dedicó a pensar en sus propias fantasías, aunque, de nuevo, es Miguel quien retornó bruscamente a la realidad. -¿Y qué ha sido del Capitán Garfio? -Sigue allí peleando con el cocodrilo y tratando de hacer un buen marino del Sr. Smee. De vez en cuando intenta cortarme la cabeza con su oxidada espada, pero acaba agotado enseguida. Ya no es tan joven como antes. -Pero si todo sigue igual, ¿cuál es ese problema tan grave que tienes? -Pues que los niños ya no creen en mí y piensan que soy solamente un producto de la imaginación de un escritor. Es más, la mayoría de vosotros ni siquiera habéis oído hablar nunca de mí. Ahora ya nadie cuenta cuentos. -Pero yo sí creo en ti... -Un niño solo no basta. Mi razón de ser sois vosotros, los niños. Vuestra ilusión de viajar al País de Nunca Jamás me mantiene vivo en vuestras mentes, pero si nadie cree en mí dejaré de existir. Me aburriré pronto en mi estrella, dejaré de pelear con Garfio, los Niños Perdidos se pondrán gordos de no hacer ejercicio y al final tendré que volver a La Tierra para crecer. - ¡Pero eso sería horrible! -Bueno, no tanto. Todos los niños crecéis algún día. -Pero eso sería como matarte. No lo puedo permitir. -Pues la única solución es que me ayudes a que los niños vuelvan a creer en mí, así todas las noches me podré llevar algún niño al País de Nunca Jamás y vivir juntos grandes aventuras. -Bueno, pues eso es fácil. El lunes te vienes conmigo al colegio y allí todos mis compañeros te reconocerán enseguida y volverán a soñar contigo todas las noches. También puedes esperar a que lleguen mis padres y te ayuden. -No pidas ayuda a tus padres. Mi existencia se debe solamente a la imaginación de los niños. Los adultos no admiten que pueda existir. -Mientras esperamos que se haga de día ¿podemos volar como hiciste con Wendy y sus hermanos? -Bueno, eso es fácil. Siempre llevo conmigo un poco de polvo de hada para los humanos. Ya sabes como se hace el resto. -Sí, sí. Debo pensar en algo bello y hermoso, algo encantador como las vacaciones, la Navidad o las caricias de mamá. ¡Venga, venga! No perdamos tiempo. -¡A volaar!

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