sábado, 1 de septiembre de 2007

LLEGADA A NUNCA JAMÁS

Y así, como tantas veces le habían contado, Miguel salió por la ventana al lado de Peter Pan, surcando los cielos de su ciudad. Allí, a lo lejos, estaba la estrella más maravillosa de todas; justo la segunda a la derecha. -¿Vamos a ir ahora a Nunca Jamás? -No sé, tenemos poco tiempo. Está algo lejos y llegaríamos al amanecer. Nuestra misión es muy importante y la debemos resolver en solamente un día. Si paso más de un día seguido en La Tierra empezaré a crecer y no podré volver a Nunca Jamás. -¿Solamente tenemos un día para convencer a los niños que existes? Eso es muy difícil. -Pues si no lo conseguimos, pasado mañana todo se habrá acabado. Ya no podré volar nunca más y quizá pronto sea un niño gordo y bravucón que suspende todas las asignaturas. -Pero es que mañana es domingo y no hay colegio. Podíamos aprovechar entonces y que hoy me llevases a jugar contigo a Nunca jamás. -Pero bueno, ya que me vas a ayudar será mejor que conozcas de verdad aquello que se van a perder los niños del mundo si dejan de creer en mí. Cual si de dos pájaros se tratase, nuestros dos amigos surcaron velozmente los cielos de su ciudad, muy por encima de las nubes, rumbo a la segunda estrella de la derecha; la más brillante de todas. Y así, mientras iban cantando las canciones que tantas veces habían sonado en las voces de las mamás, fueron pasando las horas y con ellas llegó el amanecer, justo cuando aterrizaron sin problemas en un frondoso bosque. -¿Vamos a ver a los Niños Perdidos? -No. Creo que es mejor que conozcas algunos lugares mucho más interesantes y que aún no he mostrado a ningún niño. Iremos al Bosque de las Brujas. -¿Son malas? -Pues como todas las brujas. Les gusta comer a los niños o convertirles en animales asquerosos. Una vez, a uno de los niños perdidos le convirtieron en un sapo verde y le tuvieron así dos semanas. -¿Y a ti nunca te hicieron nada? -Es que no me dejo engañar por ellas. Como escucho tantos cuentos cada vez que voy a La Tierra, conozco todos sus trucos y disfraces. Hay una manera segura de saber si estás hablando con una bruja o no y es dándola un beso. No lo pueden soportar y se ponen a dar gritos enseguida. Ven, te llevaré a verlas, aunque procura que no te oigan.

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