sábado, 1 de septiembre de 2007

LAS BRUJAS DEL BOSQUE

Adentrándose cada vez más en la espesura de un bosque sumamente oscuro, Peter Pan y Miguel llegaron a un pequeño claro en el cual había una hoguera y numerosas y horrendas brujas bailando alrededor. A partir de entonces nuestros amigos tenían que hablar muy bajito para no ser oídos. -¿Para qué bailan alrededor de la hoguera? -Eso les da fuerza y así con sus cantos logran, además, atraer a inocentes animales. Las ardillas y los búhos son sus presas preferidas, además de los niños. ¡Mira!. Ya han cogido a una ardilla. -Pobrecita. ¿Y qué van a hacer con ella? -Comérsela, aunque a veces cuando no tienen hambre se la dan a comer a las culebras. Esa infeliz ardilla acabará en la boca de la más fea de todas. -¡No la dejare! El grito desesperado de Miguel fue tan grande que las brujas dejaron de bailar inmediatamente, mientras miraban alrededor. -Aquí hay un niño escondido -dijeron-. Vamos a buscarle y tendremos una cena especial esta noche. Con gran rapidez cogieron sus escobas y surcaron los alrededores. Sus amigos los murciélagos las ayudaron en la búsqueda y enseguida rodearon a Peter Pan y a Miguel. -Vaya, vaya -dijo la que parecía ser la jefa- ya tenemos aquí de nuevo a ese guapito niño volador. ¿Y que nos trae con él?. Un precioso y bien alimentado niño que nos servirá de postre esta noche. ¡Cogerles! La rapidez de las brujas fue tal que Miguel apenas consiguió dar unos pasos antes de caer en sus garras. Sin embargo, Peter Pan emprendió el vuelo y consiguió evitar ser cogido. Realizando acrobacias en el aire y utilizando ramas de los árboles, se libró de todas las brujas que querían alcanzarle, al mismo tiempo que se burlaba de ellas. -Sois más feas que una cucaracha aplastada, las decía para provocarlas. Y ahora soltar a mi amigo si no queréis que me enfade. Pero su amigo había sido puesto ya a buen recaudo por las otras brujas y permanecía encerrado y amordazado en una oscura y camuflada cueva. Por más que Peter le buscó, no encontró rastro ni de él ni de las brujas. La noche cerrada le impedía ver nada. Los árboles de los alrededores se empezaron a mover amenazantes y sus afiladas ramas arañaban las piernas de Peter. Al mismo tiempo, bandadas de murciélagos le intentaban morder y una espesa niebla le impedía ver por dónde debía ir. Por fortuna, una débil luz oculta entre las ramas de un árbol le sirvió de guía y velozmente se fue hacia ella. Seguramente sería un hada oculta. Cuando llegó al árbol, efectivamente vio a una hermosa hada que le llamaba. -Ven, Peter. Escóndete aquí. Velozmente, se introdujo Peter Pan en el árbol, mientras el hada le abrazaba fuertemente Pero tan fuertemente lo hacía que le empezó a hacer daño. -¡Estate quieta, no aprietes tanto! -Es que me gustas mucho. Déjame que te abrace con más fuerza. El abrazo amoroso fue haciéndose cada vez más intenso, hasta el punto en que Peter apenas podía respirar. En ese instante miró la boca de la hermosa hada y pudo ver dentro de ella al mismísimo infierno. - ¡Eres una bruja! gritó aterrorizado, mientras intentaba librarse de ella. Forcejeando ambos, ella para comerle y él para librase del abrazo mortal, recordó que a las brujas no les gustaba ser besadas y venciendo su miedo la dio un enorme beso en la mejilla. Al recibirlo, la bruja dio un espantoso grito, mientras perdía al mismo tiempo su condición de bella mujer, transformándose de nuevo en una fea, vieja y verrugosa bruja. Eso le permitió a Peter librarse del abrazo y haciéndola cosquillas en todo el cuerpo logró que se fuera volando con su escoba, chocando con todos los árboles del bosque. -¡Uf!. De la que me he librado. Ahora debo ir rápidamente a buscar a Miguel, antes que se lo coman de postre. Mientras esto ocurría, Miguel estaba viviendo el momento más angustioso de su vida. Tres pequeñas y feas brujas se empeñaban en quedarse con él, mientras la madre les decía que no lo estropeasen mucho porque sería la cena de esa noche. -¡El niño es mío! -decían las pequeñas arpías, mientras tiraban con fuerza de sus brazos y piernas­ -Basta ya de jugar con el humano, niñas. Ya sé lo que podéis a hacer. Vais a practicar con él las artes de la brujería. -¿Qué debemos hacer? -Escuchar: para ser unas buenas brujas tenéis que saber dos cosas muy importantes: una, volar con la escoba sin caeros; y otra, convertir a los humanos en cualquier bicho que queráis. Así que empezar una por una a convertir en algún horrible animal a este niño. La que mejor lo haga le daré de postre su cabeza. La cabeza de Miguel fue lo que más tembló al oír estas palabras y gritando con fuerza llamó a Peter Pan pidiendo auxilio Al oírle, la mamá bruja le señaló con sus afilados dedos mientras decía: "Para aquí, para allá, sin habla te quedarás". Como si le hubiesen puesto un fuerte pañuelo en la boca, la voz de Miguel enmudeció inmediatamente y por más esfuerzos que hacía para aclararse la voz y gritar, apenas salía de sus labios un débil ¡ay! pero tan débil que nadie, ni siquiera él, lo podía escuchar. -Bueno, niñas, empezar ya con los sortilegios. Una de las niñas señaló al aterrorizado Miguel con sus dedos, al mismo tiempo que decía: -"Para aquí, para allá, en un cordero te convertirás". Dando una espectacular voltereta en el aire, el pobrecito Miguel vio asombrado cómo sus dos piernas se transformaban en dos patas, pero no de cordero precisamente, sino de avestruz. Era obvio que la pequeña bruja se había equivocado. -¡Pero mira que eres tonta, niña! -gritó la madre- ni siquiera eres capaz de hacer bien un pequeño sortilegio. Inténtalo tú ahora. Deshecho el encantamiento por la experta madre y de nuevo Miguel con su figura humana, intentó echar a correr hacia la puerta, mientras la segunda niña decía: - "Para aquí, para allá, en sapo te convertirás". Como si hubiera encontrado un muro invisible, Miguel vio detenida en seco su veloz carrera, mientras notaba que se empezaba a elevar del suelo. Dos grandes alas le habían salido en la espalda, mientras la nariz se le afilaba poco a poco. -¡Un águila! Eres más tonta todavía que tu hermana. Como sigáis así no os dejaré jugar nunca más con ningún humano. Tenéis que concentraros cuando hacéis el sortilegio y pensar en algo horrible, como por ejemplo en lavaros la cara con jabón o en cambiaros de ropa de vez en cuando. -Pero mamá, es que pensar en lavarnos es algo horroroso... -Pues la que no sea capaz de hacer un buen sortilegio que deje de jugar con el niño. Mientras hablaban, Miguel había intentado volar hasta la ventana y escapar por allí, pero un rayo lanzado por la bruja madre le interrumpió su huida, al mismo tiempo que le advertía: -Si vuelves a intentar escapar seré yo la que te haga el encantamiento y entonces te convertiré en un moco verde y te meteré para toda la vida en mi nariz. ¡A ver!. ¿A quién le toca ahora intentar el encantamiento? -¡A mí! -dijo la última niña- Y esta vez estoy segura de no equivocarme. Pero no os voy a decir en que animal le voy a convertir, aunque seguro que os gustará. Con gran sigilo se acercó a Miguel y mientras le señalaba con sus dedos le dijo: -Esta vez no fallaré, pequeño humano. Me concentraré bien, pensaré en algo tan asqueroso como es un día de sol en la playa y diré: "Por aquí, por allí, en elefante te convertí". Pues algo debió resultar bien esta vez, ya que un enorme elefante, de más de cinco metros de altura, suplantó al pequeño Miguel. -¡Hurra, lo conseguí! -gritó la pequeña bruja. Apenas hubo terminado de pronunciar estas palabras y una de las patas del elefante la espachurró contra el suelo. Sus asombradas hermanas aún no habían salido de su asombro, cuando el tremendo culo del elefante se sentó encima de ellas, convirtiéndolas en poco más que una hamburguesa. La cólera de la madre fue ganando en intensidad a medida en que estas cosas ocurrían y rugiendo con voz estruendosa le gritó a Miguel, o sea, al elefante: -Niño asqueroso, me has matado a mis tres hermosas niñas. Te voy hacer tantos sortilegios juntos que lamentarás haber nacido. "Por aquí, por allí, en niño te convertí". El enorme elefante desapareció instantáneamente y un aterrorizado Miguel se escondió debajo de la mesa. La mamá bruja se acercó a él roja de ira, mientras parecía mayor que nunca. Extendiendo sus manos hacia el niño y mientras la cueva entera era sacudida por un terremoto, la bruja gritó: -¡Fuerzas del Averno, demonios de todo el mundo, Satanás y Belcebú, culebras, sapos y serpientes, dadme todo el poder que podáis para transformar a este niño en el ser más repulsivo de todos los tiempos! La mano de la bruja empezó a crecer, se iluminó totalmente, mientras un rayo partía hacia el pobrecito niño. De repente y sin que nadie lo notase, la veloz figura de Peter Pan entró en la cueva y cogiendo al niño entre sus brazos lo sacó volando de allí, mientras el terrible rayo de la bruja se estrellaba contra la pared de la cueva. Tan grande era su poder que se escuchó una fuerte explosión y la cueva entera explotó, mientras nuestros dos amigos emprendían el vuelo hacia un lugar más seguro. -¡Uf!. Por poco no lo cuentas -dijo Peter Pan . -Creo que ahora necesito algo de descanso –asistió suspirando el niño. -Tengo una idea. Te llevaré al País de las Hadas. Allí fue donde conocí a Campanilla y siempre que necesito un poco de descanso acudo a ellas. Al igual que las sirenas, son guapísimas y saben muchos juegos. ¡Ven!, sígueme.

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