sábado, 1 de septiembre de 2007

LAS HADAS DEL BOSQUE

Y de nuevo Miguel surcó los aires velozmente, aunque ahora procuraba no perder de vista a Peter, ya que la luz del amanecer era aún muy tenue y temía perderse. Y así, las tenebrosas tinieblas de la morada de las brujas dio paso a los colores más extraordinarios y hasta los árboles parecían más verdes y grandes. Descendiendo ambos en dirección a una zona donde la luz brillaba con más esplendor, llegaron a un pequeño claro en el bosque en el que las flores más hermosas les rodeaban. -Parece como si quisieran hablarme. Hasta creo que me acarician al pasar –comentó entusiasmado Miguel. -Es que estás en el País de las Hadas y aquí todo es posible. Solamente debes pedir un deseo a cualquiera de las hadas y se hará realidad. Así de sencillo. -¿Y dónde están ahora? La pregunta sorprendió también a Peter, el cual miró a su alrededor extrañado. -Es cierto. Normalmente a estas horas estarían revoloteando entre los árboles y jugando. Seguro que se han escondido para gastarnos alguna broma. Pero los minutos pasaban y el silencio era total. Allí nada parecía denotar la presencia de tan alegres seres. La soledad del lugar comenzaba a ser sobrecogedora y Peter y Miguel asustados se fueron escondiendo poco a poco entre los árboles. -Algo malo las tiene que haber ocurrido, quizá una enfermedad grave. Vamos a la casa de la reina. No tuvo tiempo de empezar a volar, cuando una voz infantil la sobresaltó. -¡Cuidado, Peter!, casi me pisas. Detrás de él, justo a la altura de su zapato, una diminuta hada le sujetaba el pie que casi estaba a punto de aplastarla. -¿Pero que haces aquí? ¿Por qué te escondes? -¡Ay, Peter! por que tenemos miedo de que vuelva y nos coma a todas. -¿Quién os va a comer? -El cocodrilo que comió la mano de Garfio. Ya no tiene apenas comida en su guarida y espera que estemos desprevenidas para caer sobre nosotras y comernos. Ha sido horrible. Llevamos ya siete días escondidas, sin que apenas podamos salir a comer y muchas de nosotras han muerto ya en su enorme boca. -Pero vosotras podéis volar... -Es inútil. Aprovecha que estamos comiendo el polen de las flores, cuando no le podemos ver, y nos atrapa. La reina fue pisada por una de sus patas y está muy enferma. Necesitaríamos algunas raíces que tenemos dentro del árbol que nos sirve de despensa, pero es allí donde ha montado guardia el cocodrilo. -¿Y vuestros poderes? ¿Por qué no le convertís en una mariposa inofensiva? -Pero es que nuestros poderes solamente surten efecto en las personas que creen en las hadas, como los humanos. -No te preocupes, yo os ayudaré. Elevándose por encima de la copa de los árboles, Peter se fue hacia el árbol mayor de todos, donde estaba escondido el hambriento cocodrilo. Llegó por detrás y una vez en el suelo fue sigilosamente hacia la puerta. Allí no parecía haber ningún cocodrilo y el silencio más absoluto dominaba el ambiente. Entró dentro del árbol, bajó las escaleras que conducían a los dormitorios y después de mirar por todos los rincones llegó a la conclusión de que el cocodrilo ya no estaba. Contento con ello, salió de nuevo y gritando dijo: -¡Venir, el cocodrilo ya...! No pudo acabar la frase ya que una enorme boca se lo tragó entero. El cocodrilo le había estado acechando desde que llegó y ahora Peter se encontraba dentro de su oscura y enorme barriga. Antes de que tuviera tiempo de reaccionar, el animal emprendió veloz el camino hasta el mar y se sumergió en las oscuras aguas hasta que llegó a su guarida, una húmeda y sucia cueva llena de huesos de todo tipo. Allí y satisfecho con la comida tan sabrosa que acababa de ingerir, se sumió en una plácida siesta dispuesto a hacer la digestión, no sin antes rascarse con deleite la barriga y relamerse de gusto. Peter, entre tanto, seguía buscando la manera más rápida de salir de esa trampa mortal, pero todos sus intentos de escapar a través de los afilados dientes eran inútiles. El cocodrilo cerraba con más fuerza sus mandíbulas y en uno de sus intentos de huida hasta perdió parte de su traje y sufrió un corte en un pie. -Este animal me ha confundido con un estofado de cordero y si no salgo pronto de aquí moriré ahogado en este pestilente líquido. Una idea le vino rápidamente a su mente y revolviendo entre sus ropas encontró su saquito de polvo de hada. Puso un poco en su mano y soplando con fuerza consiguió que saliera a través de la nariz del cocodrilo. Y cual si fuera polvo de rapé, las cosquillas y el picor que sintió el animal fueron tan intensas que estornudó estrepitosamente y con el moco salió al exterior un sucio y mojado Peter Pan. Furioso el cocodrilo porque su presa se le escapaba, corrió rápido a engullirle de nuevo, pero ahora Peter ya estaba preparado y saltó a un lado, justo cuando las mandíbulas del cocodrilo se cerraban con fuerza. Tal fue el impacto en su boca, que todos los dientes se le rompieron y se esparcieron por el suelo. Ahora, el temible cocodrilo era poco más que un enorme lagarto sin capacidad de hacer daño. Y así, mientras Peter Pan se reía sin parar por el aspecto tan lastimoso que ofrecía el cocodrilo, el animal se marchó de nuevo, sumergiéndose en las aguas y perdiéndose en la lejanía. Regresó Peter al País de las Hadas y allí fue besuqueado mil veces por sus diminutas habitantes, mientras Miguel le decía que ya era hora de regresar a La Tierra. Las horas pasaban sin cesar y los primeros rayos del sol le indicaban que no podían perder tiempo con fiestas.

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